El martinete es otro de los palos flamencos más antiguos y solemnes, perteneciente al grupo de los *cantes a palo seco*, como la toná. Su nombre proviene del martillo (“martinete”) que se usaba en las fraguas, ya que está relacionado con los antiguos cantes de los herreros gitanos.
El martinete no tiene acompañamiento de guitarra, aunque en algunas versiones puede añadirse el golpeo de una vara o un martillo para marcar el ritmo, evocando el sonido del trabajo en la fragua. Al igual que la toná, es un cante libre, sin compás fijo, y sus letras suelen tener una gran carga emocional, reflejando sufrimiento, lucha o dureza de la vida.
Es un cante profundo y austero, que requiere gran maestría en su interpretación.