Si la guitarra no está afinada, no hay arte que valga.

La afinación no es un detalle técnico: es el alma de la guitarra. Puedes tener los dedos más rápidos del mundo, pero si las cuerdas no están en su sitio, todo se convierte en ruido. Y en el flamenco, donde cada matiz, cada lamento, cada rasgueo lleva una emoción, una historia, una pena o una alegría… la afinación es sagrada.

Para el concierto. No importa lo que piense el público, lo que piense el crítico o el empresario. Si  el sonido no es limpio, verdadero, entonces no puedos tocar con el corazón. Y si no tocas con el corazón, mejor no toques.

La guitarra es como un caballo salvaje. Si no la domas desde la afinación, te lleva a donde ella quiere, no a donde tú sueñas.

Así que afina. Siempre. Y no sólo con el oído… también con el alma.

Deja un comentario